Thursday, April 27, 2006

diario de un bufón


un murmullo, un siseo,
un galope de piratas,
transplanto mi ironía junto a ellos;
soy un bufón intoxicado
y espero otro despegue:
el último, en el obtuso lecho

ya antes, entre tigres,
me habían dibujado una quijada
y entretenía al domador
para que traficara sus alhajas,
entonces desprecié toda belleza
y en lo triste, enriquecí mi llanto

hace algunas nimias horas
aventé mi gorro y mis zapatos,
me dormí en mi propio abrazo
y empecé a ayudarle a mi conciencia
con sus saltos quisquillosos,

y empecé a sentirme abandonado

Saturday, April 22, 2006

gurguseando en la nostalgia

En todas las cajas que hacinamos en alguna covacha, repletas de papeles y fotocopias, siempre podremos encontrar eventualidades juveniles como la que a continuación —faltándome el respeto a mí mismo, como bien lo diría C. Lozano— me permito transcribir:

«Escupí (1) a los perros y disfrutá de las pesadillas que manchan tu mugrosa almohada, nido de ultramundos... Discerní entre si los polos opuestos en verdad se atraen o sólo se contraen, mientras fumás mentolados para aquello de los estreñimientos... Miráte en un espejo el miedo que no tenías, el derecho de arrancarte paños y melancolía hasta quedar enteramente cristalizado... Analizá las pastillas precisamente a lo hora del hambre, cuando sería mejor que todo estuviera enlatado y vencido... Eructá, eructáte quieto... Conspirá contra todo aquél que piense o haya pensado... AL NIÑO PENSÉ LO MURIERON DE UN VERGAZO...

A los grandes filósofos malacostumbrados, dejálos con su egolatría intacta... QUÉ VA DE TÉMPORAS A CULO... Extendé el abanico y volvé a lo de los perros escupidos, ahora para lamerlos... Sentí las manchas de jiote, de mal sueño, de gente despidiéndose de su pornografía... No dejés que vengan y aplaudan tu sentimentalismo, aquí no somos patrióticos ni mucho menos... A ver si te dignás a responder circularmente ante situaciones cíclicamente circunferenciales... CUANDO LA MIERDA VALGA MUCHA PLATA, LOS POBRES NACERÁN SIN CULO...

Que no te asuste el rechinar de los neumáticos contra el férreo asfalto cuando bajés la cuesta de las cañas... Memorizá el alarido de tu alma y descargá el iluminar que ella lleva en sus hombros... Despulgá niños que nunca hayan sido vacunados y leéles lo de ingestión tántrica de un pedazo de tortilla tiesa... Apiadáte de este nuestro mundo antes de que la piedad se acabe... MUERTO LOS IXTOS, CEGADOS LOS POZOS CIEGOS...»


No, el resto ya no es necesario. Tuve la intención de dilucidar y hacer maletas de memoria para comprender lo que posiblemente estuve cavilando aquellos días de bellas imperfecciones del sentido; sin embargo, no lo hice, suficiente fue con rememorar el placer vivido y esa necesidad de exteriorizarlo hace ya más de ocho años. Hoy, el espacio para reanudar lo interrumpido sigue abierto; pero definitivamente he perdido mucho de impulso y de osadía.

“Desde mi azotea gris de luna enferma...” “Aún danzan los sentimientos en su caldero hirviendo; ellos decapitarán al monstruo bicéfalo y expiarán sus heridas con la sangre de este ingrato...”

Dos enunciados que han empalagado de nueva cuenta mi temblorosa vista. Lo más probable es que se traten de partículas incluidas en alguna carta. Y lo peor: que ésta nunca haya sido enviada o simplemente que su intención no haya dado resultado. Encontré esa tirita de papel en el fondo de una caja, con popó de polilla encima.


(1) El manuscrito original llevaba el título de Anecdotario preabstracción y constaba de más o menos tres cuartillas. No está de más mencionar que figuraba como una especie de collage en honor a lo coloquial, a los anglicismos y a la tradición popular llevada hacia un nivel más personal y literario. Aquí aparecerá modificado, debido a terribles asaltos de vergüenza. (Nota de mí)

Saturday, April 08, 2006

¡ave, Rabelais! (apócrifo)


—¡Por todos los santos y diabólicos zurullos! ¡PARDIEZ! El Cielo impida soltarme así durante luengos tiempos, arrapiezos, por lo menos hasta que la primavera se haya ido —expuso sesudamente Gargantúa, a la vez que soltaba un extenuante aunque conservador alarido—. Luego de asentir con gestos infantiles, Berruguete y Penécrator procedieron a limpiar aquel enorme culo empleando la bandera de Fundiscola, poner en su lugar sendos calzones color vinagre y deslizarse de un montículo de metro y medio de altura construido para denigrantes fajinas. En sus chozas, los simpáticos mozos disertaban ante sus atónitas esposas las ideas de su amo, quien luego de encuclillarse a deponer, volvía a sus aposentos y lloraba amargamente añorando tantos cocidos, mondongos, caldos, avellanas a las brasas, guisantes en salsa verde, albóndigas de ternera, codornices, capones armados, chuletas, manjares blancos, garbanzos, costillas, pavos reales, muslos de colimbos, grullas escabechadas, pasteles de ajo, cebollinos en vinagre, gansos en salsa de mantequilla, tetillas de cabra, caparrones con pimiento, tocinos, habichuelas y vinos bretones desperdiciados.