Saturday, May 20, 2006

consideraciones primarias acerca de lo eterno


Yo me puse a llorar, pero no de una manera normal y formal, es decir dejando que mis lágrimas se deslizaran suavemente por las mejillas, sino de una manera salvaje, a borbotones, más o menos como llora Alicia en el País de las Maravillas, inundándolo todo.
Carnet de baile, ROBERTO BOLAÑO en "Putas Asesinas"


La tristeza está ahí, parasitando eternamente.
La tristeza se desplaza por el torrente sanguíneo, se interna en el cerebro y va a explotar al corazón como si fuese un proyectil o una granada.
¿Buscar el sentido?
No hay muchas esperanzas que copen el desasosiego y la incertidumbre.
Al alzar la vista, no hay respuestas; al dirigirla hacia el horizonte, un páramo desértico y aves carroñeras.
¿Resignarse?
No existe obstáculo más grande que la tristeza.
El llanto que ahoga la voz, las lágrimas que deforman los ojos, el fluir de la desgracia sobre el rostro.
El abismo está a pocos metros, haciendo guiños, llamando amablemente. Aparte de absurda, la vida también es irracional, terriblemente incongruente, puesto que ha trazado caminos que no conducen a ninguna parte, que al final sólo propician una buena cuota de fluctuación, que más es miedo, que más es tristeza disfrazada, que más es eso y no otra cosa.
Alejarse de cualquier camino ya trazado, de cualquier camino por trazar con herramientas de segunda, compartidas.
La vida es bella en teoría.
La vida es una teoría que ni siquiera alcanza a comprobarse; excepto si se sufre.
Beber un vaso con tristeza, vomitar tristeza, extirparse un grano de tristeza, hacer fila con las manos limpias para recibir tristeza.
Los ojos son un par de vejetes embusteros si afirman que esto es bello.
Una joroba de lágrimas, un peso que hay que cargar en una cuesta, un balde que se va rebalsando pero que nunca se vacía por completo.
Vivir en una telaraña de tristeza y no saber cómo despegarse ni adónde ir cuando la araña esté dormida.
El problema radica en ignorar esto y otras cosas, o más bien, no querer saberlas. Llorar está bien, es natural y hace bien al organismo, se dice.
Dormir y despertar llorando, ¿es natural?
¿En dónde se aprende a dejar de llorar?
El sufrimiento, el verdadero sufrimiento no desaparece, se camufla adentro y allí se está, como invernando.
Luego brota disfrazado de temor, de rebeldía, de ira, de pesimismo, de adicción, de autosuficiencia, de asco, de locura, de evasión.
Tristeza y sufrimiento, monstruo bicéfalo, bastardo de la realidad, de la conducta humana.
Fingir escapar hacia unos brazos que quieren alejarse.
Fingir trazar un camino hacia la felicidad, hacia la prosperidad y los mejores momentos de una vida: la mejor retahíla de mentiras certeras.
El arte nos da una mano, temporalmente.
Asirla entonces, fuerte, hasta quedarnos con el pellejo entre los dedos, aunque sea.
Pero cuidado, al dejar el cuerpo, triunfalmente, algún día invernal con olor a carne muerta, nos llevaremos consigo algunos jirones de tristeza (y nada se podrá hacer para evitarlo)


Rafael Romero Manifiesto © 2005.

Wednesday, May 03, 2006

desde tierra de nadie


Desesperarse de tanto esperar.
En cada una de estas esperas, pensar en la asfixia, en la gangrena, en la combustión instantánea.

No tener el tiempo suficiente como para seguir esperando.
En lo esencial se pierde el tiempo y nada ni nadie es lo suficientemente especial para esperarle. Hay ficciones que atender, hay entelequias que dependen de uno.
Acudir a ese llamado entonces, con honestidad, y no esperar a nadie.
Aunque uno de los objetivos de la existencia sea la esperanza, talvez ya no me incumba; estoy hastiado.
Con el transcurrir del tiempo, la desesperación o el tedio cobran vida y no descansan hasta inyectar su ponzoña.
Preferir no pensar en esto.
Optar por encuclillarse e imaginarse cosas para aquietar la sed y el hambre del yo interno.
Pero hacerlo en solitario, sin nadie a la espera.
Llevarlo a cabo en solitario para que cunda y satisfaga las necesidades.

Al seguir esperando, se confirma la soledad; si en lugar de eso se viene AQUÍ a no esperar a nadie, todo parece normal y no se ansía compañía.
Se encuentran nuevas formas de vivir sin expectativas, sin ese tipo de intereses.
No esperar a nadie y ser el esperado de nadie.
Estarse así, resguardarse, como un tranquilo roedor entre un sinfín de cajas de cartón apiladas en un cuarto oscuro y abandonado.
Al salir y ser tocado por un rayo de luz o de atención humana, se gestan las llagas.
Así es la vida. Luego de las llagas, vendrá el cáncer, las amputaciones y la muerte.
La muerte es la única que espera, la única inmune ante el tiempo.
Ella no tiene necesidad de desesperarse, nunca.
Cruza la pierna, bebe su té de utopías humanas y lo acompaña con un buen plato de sueños frustrados.
El tiempo bien le serviría para pasárselo entre las piernas y masturbarse.

Se ríe de él y de nosotros que esperamos.
Pero tampoco se lo toma muy a pecho; se relaja, disfruta un poco.

Nos mira, lame el aire con su lengua bífida y espera.

CODA: Al escribir, se espera algo: una prolongación, algo de afecto. Error de los errores. No hay nada después del punto y final, de la última cuartilla, del último verso. A nadie debería corresponderle lo que viene, lo que se produce luego de las últimas palabras, porque es algo fútil y presumiblemente inexistente, puesto que impalpable. Hazlo. ¿Qué esperas?


Rafael Romero, Manifiesto © 2005