Tuesday, December 26, 2006

genitálisis

En el Principio, la frialdad del metal existía. Dios pensaba a ratos en Adán; quizás en Eva.




Falo y Matriz: la Historia es un hambriento perro-robot que, mediante desnudos sensores, asegura que su cola es un bocado digno de ser digerido.





Días tristes / días intensos. Circunferencia interminable.

Monday, December 11, 2006

esto no es un confesionario


Hasta ahora aún experimentando, destapando otra cerveza y esperando que algo aparezca y me llene la mollera de entusiasmo. Cada vez me cuesta más venir y sentarme a escribir como un niño. De cierta forma todo se va alejando. Yo también me he alejado del punto cero. Ahora testifico mis distancias y reconozco que disto más yo que ellas mismas. Cierro los ojos y me concentro en el sabor amargo de la cerveza a las dos y media de la madrugada. No suelo dar detalles, no suelo contextualizar, no suelo dar la hora. Hoy me excuso ante mí mismo; la necesidad es grande. Desde hoy ya sé que cada madrugada, por muy simple y conservadora que sea, puede ser peligrosa. Lo cursi me persigue. Todo parece ser un riesgo. Cualquier paso en falso, una mina; cualquier alusión equivocada, una detonante. Ya exploté otras veces. La incomunicación fue mi testigo y ella más que nadie sabrá extender el relato y atiborrarles de morbo la cabeza. Extraño lo imposible, lo que ocurrió pero jamás quiso haber ocurrido. Así fue. El curso misterioso. Las circunstancias. Me estoy enamorando de esto, de la especulación de mis estados.
Hay un sol que en la madrugada existe. Es el sol de los ciegos, el sol de los malditos. Lo he visto tantas veces, lo conozco de memoria. Justamente ahora vuelvo a recalcarme que todo ha sido un desperdicio. Sin embargo, éste es el mejor lugar que pude haber elegido para desperdiciar mis años y mis ideas. Me he quedado solo poco a poco, con el zumbido azul del tiempo que se esconde en los relojes. Al fondo de estas quejas disfrazadas de soliloquio, hay algo reconfortante, algo que me impide desertar y fungir de cobarde. Si soy una causa perdida, qué importa. Las grandes cosechas nunca han sido parte de mi vida. Ustedes lo saben. Siempre me han recriminado mis recurrencias a lo procaz y subterráneo. Siempre han despreciado mis valiosas avalanchas. Quisiera poder compartir este sol que se cuela en mis retinas con ustedes. Compartirlo, conllevarlo. Hacer que todos lo consumamos. Adornarnos con él y salir a la calle para exhibirlo. El rostro de la gente se ablandaría. Ahí, dispersos, quedarían también sus estómagos reventados y sus cuerpos bonancibles; bien podríamos arrojarnos sobre algunos para comer y engañar cristianamente a nuestro instinto con meras analogías.
Que venga otra cerveza. No me importa lo que piensen. Descargo y cargo mis pistolas. Alguien podría aparecerse e interrumpir mi improvisado discurso. Trato de sincronizar mis intenciones con mis resultados. Ojalá aparezca alguien. Estoy aquí, lamiendo el piso, dispuesto a todo. He llegado a permanecer absorto hasta casi cuatro horas debido a la inmunidad del ambiente. Pocas cosas suceden que puedan retener mi atención por un lapso considerable. Y es que lo que me interesa es sumirme en el huracán que invade mi cabeza e irme lejos. Otra vez manosear la distancia, masturbar la distancia, mordisquear la distancia. No puedo. Rompí mis dientes al caer desde mi artificial tabernáculo. Un semi-dios borracho avergonzado de sus propias vanaglorias, de sus vuelos restringidos; castigado por anticiparse a la apoteosis de su ego. Mis dedos comienzan a endurecerse; diez falos empinados o simplemente un ataque de epilepsia. Luego las preguntas tontas que dan a luz los altibajos. No voy a contestarlas. Esto, entiéndase bien, tampoco es un confesionario.

Monday, September 18, 2006

sacramentos



6

Es la cuarta botella de ginebra que compro esta semana y estamos a miércoles. Angélica tenía razón: soy un desastre. Jamás fui capaz de prometerle un futuro. Mi mente siempre estaba ocupada en arrebatarle un poco de vida a este planeta. La sobrepoblación no es tu maldito problema, me decía ella, Angélica, mi ex novia, aunque no tuviese ni la más mínima idea de lo que estaba diciendo. Ahora que me doy cuenta, me resulta difícil no incluirla en esta historia. Habría comprado un anillo con el dinero de la tercera edición de Metanoia, creo que es eso lo que más me duele. En fin, ahora que nos separan millas y millas de distancia y que cuando menos me lo espere, me mudaré al cementerio que queda al fondo de la calle, todo lo que diga lleva implícito desde ya el sello de caduco e inservible. Los miércoles, precisamente, eran los días que más trabajaba. El plan de exterminio lo elaboraba el fin de semana y lo retocaba los lunes, mientras me drogaba. Drogado, las vidas que pronto iría a convertir en muertes, me importaban lo que una oxidada moneda a un millonario. Luego me daba por esconderme en el closet y pretender que alguien me buscaba y que al abrir una de las puertas del closet, ¡buh!, lo asustaba. Era lo que hacía de niño, cuando me quedaba a dormir en casa de mis primos. Una vez, mi prima Monse se orinó del susto y me golpeó con el tacón de un zapato de la tía. Juré matarla, pero en vez de eso, tres años después, la besé en la boca e hice que tocara mi pene. Era nuestra Primera Comunión, creo.

Fragmento de O - Rafael Romero © 2006

Monday, September 11, 2006

atalaya

suelo vigilarte
desde el suelo en donde insisto
en donde amarro mi obviedad
y me distraigo maquinando
una revuelta

suelo retraerme
de la acción que es traicionera
de los grandes desafíos
pero entiendo que las manos ulceradas
son amables

dondequiera
que ahora mismo te liberes
haz de cuenta que no existo
mi conciencia reclutó los nexos
acéptalo conmigo

sólo el ojo
es absorbente de las cataratas
en caída más que libre y espontánea
adentro confluimos sin imaginarlo
adentro bifurcamos

tengo sed y ansia
desde el suelo en donde insisto
en donde el frenesí es demiurgo
de arrebatos y furores primitivos
de desgracias


Saturday, September 02, 2006

violencia (o el chillido de las mariposas)*


*Anécdota producto de la desmedida ingesta de coleópteros y de este inevitable anacoretismo.


Diez meses más tarde Cipria, la aérea, seguía allí, encuclillada, orinando sobre la hojarasca que cubría la rústica tumba de su hermano. Imposible que su perfecto contorno ensamblado al de los detalles de la plácida y afable campiña pasase desapercibido. El púbico lunar comestible, el relieve de las venas en sus manos, la magia de sus glúteos empinados, el almíbar de su efluvio clandestino; todo allí, parodiando a una perversa estampa que en el ocio agudo de Gimelia se hacía algo más que fotografía. El súbito descontrol en su estática de dolmen celeste, la instaba a frotar sus genitales hasta suscitar el asco que la moral defeca en toda naturaleza humana adjunta a una sociedad salpicada por la dialéctica del engaño.

A pesar de la fugaz continencia de Gimelia, el dorso de Cipria aparecía suscrito a su boca y aquel pequeño ano electrizado ya no era ese poro contráctil que se ocultaba al ritmo de las inevitables contracciones; al contrario, era la trompa misma de un pez dispuesta a recibir el anzuelo. Entonces Gimelia preparaba un té de menta y, encerrada en su escabrosa habitación repleta de posters jamás populares y de plantas disecadas, buscaba enfocar su hambrienta vista en un objeto intrascendente para poder distraer su irrecuperable fijación hacia la imagen de Cipria. Por pura inercia, se afianzaba de esos accesorios para maquillaje y aspiraba a jugar con ellos, pero lo único que se apreciaba en su espejo en forma de burbuja, eran dos pechos palpitantes sirviendo de base a dos recios pezones refulgentes y desesperados por ser tomados en cuenta a la hora en que el ímpetu fuese desatado.

La incontenible orina de Cipria estaba también en las cálidas piernas de Gimelia y ésta se olvidaba de la tumba, del hermano que nunca tuvo, del incesto que nunca llegó a perpetrar, del destino. Quizá sin desearlo, un llanto que a muchos les hubiera parecido fingido, surgía del demacrado rostro de Gimelia; ella no concebía su incapacidad de borrar de una vez por todas la rara presencia de Cipria, que seguía allí, encuclillada, pujando laboriosamente para que las ganas no cesasen nunca.

Y la cálida orina y su ámbar bañaban el cuello de Gimelia; el filtrado líquido se expandía por entre los pechos hasta posarse en su ombligo. Y ella no sabía otra cosa más que suponer que alguien la estaba bautizando; pero le dolía saberlo, pues le costaba aceptar que fuese apta para tales ceremonias. Sin creérselo demasiado, temía que en el fondo se estuviese cumpliendo uno de tantos deseos reprimidos; pero encontraba ridículo adjudicarle la culpa a Cipria; de entrada, porque sólo la había visto una vez, en el cementerio; y luego, pues porque era a Cipria precisamente a quien estaban enterrando.

Sin embargo, la historia de Cipria no habría de acabar con pueriles acosos imaginarios en la corta vida de Gimelia, incluso cuando ésta trató insistentemente de mudarse de cementerio. A un año de su muerte, en una tarde de ésas en las que revientan los capullos y hay chiquillos por todas partes robándose las flores y las lápidas de mármol recién colocadas, el olor a urea invadió su reducido espacio; una gotera incesante de líquido amarillo claro le produjo escalofríos y en sus níveas piernas se estrujó la geografía de sus muchos ligamentos, hasta que cerró los ojos y, pasase lo que pasase, imploró jamás abrirlos de nuevo.

Sunday, July 23, 2006

Larry Cabulba dilucida acerca de una profecía


«…si tan sólo mi cabeza se vaciara y pudiera borrar todo lo que hasta ahora me ha sucedido. No me importaría empezar a vivir desde esta edad con tal de olvidarlo todo. No importaría aprender a caminar, a hablar, a leer y a escribir de nuevo. Ya sé, ensuciaría mi ropa, defecaría libremente, lloraría a rienda suelta, me orinaría sin sentirlo, gatearía, etc., como parte del debido proceso, y sí, me importaría poco con tal de no saber nada, de no sentir nada, de no recordar nada. Todo volvería a ser interesante y mi espíritu lo captaría mejor puesto que su contaminación todavía sería insignificante. Pensar que desconocería a quienes ahora conozco es la mayor excitación de esta utopía; sin olvidar, claro, las ganas de que algún día se cumpliera este deseo...

...ya grandecito, saldría a la calle a burlarme del mundo. Entraría a los templos a rascarme con desesperación la cabeza, prolífico huerto de menuda y sucia greña, y me pasearía por los parques riéndome conmigo mismo mientras escupo mis excesos de baba y de saliva. Esos rostros civilizados me incitarían a descubrir el remordimiento y la inquietud de ser simples monigotes con el porvenir falseado. Todos, mártires de un leve pánico autosugestivo, sospecharían el escondite de un posible cuchillo o de un palo de escoba —histórico simulacro de un sable o de una espada—, debajo de mi saco, y se harían la idea de una peligrosidad latente con cada uno de mis pasos. En fin, huirían de mí al instante...

...lo más gracioso es que la única prueba de existencia para mí la tendría mi pensamiento desvariado, fuera de contexto, infantil y despreocupado. El resto sólo serían figuras, allí, sentadas o de un lado para otro, moviendo sus extremidades y vistiéndose con ropa para diferenciarse. Entrando y saliendo de un sitio determinado y relacionándose, según intereses, según conveniencias. Yo caminaría sin rumbo fijo, desequilibrado por las luces y los ruidos. No habría necesidad de ir a ninguna parte, y menos con una mirada tan perdida como la que me provocarían. Los conceptos de cielo y paraíso tendrían más sentido y dejarían de ser tan convencionales, sin duda. Adiós a ese contacto viciado, a esos hervores de personalidad e importancia, a ese motor que nos impulsa hacia emociones hilvanadas por el fastidio de la propia vida. Adiós a la manía de situarse en un espacio y en un tiempo...

...seguro de no haber tropezado con el deseo de adherirme a alguien del resto, pronto me rehusaría a escucharlos, a comprender lo que ni siquiera hemos comprendido, a darle un uso a mi memoria. Vos estarías con ellos, te asomarías frente a mí para gestualizar lo decepcionante que soy o para reírte de mi pragmática manera de remar contra corriente llamando la atención de los peatones. Indignada, no dudarías en echarme en cara mi inmadurez y mi escapismo. Pero yo no tendría ni la mínima intención de reconocerte; tampoco podría, si quisiera. Niño, disfrutaría la omisión del tener que y del deber pasando mi larga lengua por la aspereza de mi podrida dentadura y gritaría sin temor de nada, sabiendo (intuyendo) que no habría de qué arrepentirse, pasando cerca de vos con mi tufo, mi comezón y mis zapatos hechos pedazos...

...¿quién podría entonces explicarle algo al resto de los considerados “semejantes”? De ser lo que son para mí, pasarían a irrefutables espectadores. Y nada me alegraría más como oírlos alejarse de sus asientos y largarse a asumir sus roles y a mentalizarse con un ¡Dios nos libre!, o bien, haciendo caso omiso de lo presenciado. (Los he observado y los conozco tan bien; de allí que codicie olvidarlos.) Pero la debilidad es inmanente y en cualquier momento brotarían los cuestionamientos y las dudas. Yo andaría deambulando en pleno corazón de madrugada, libre, aprendiz de la nada; mientras el resto estaría domesticando su conciencia, sobornándola con farsas impensables y evitando los embrollos recurrentes. Imposible. Hoy sé que es imposible. La hiperactividad tampoco es la salida; lo digo porque estoy seguro de que también acudirían a ella con tal de matar el tiempo que los acosa, con tal de no saber de mí ni de mi acoso...

...algún día, no sé cuándo, me tomaré la molestia de invadir el espacio destinado para sus caballos blancos y descuartizaré, tan lúcido y lúdico como un criminal incorregible, a cada bestia, hasta que no quede más que crines y estiércol ensangrentados…»

De Ratario (Conmemoración de los posibles días) © Rafael Romero, 2004

Sunday, July 09, 2006

take the money and run


siempre. la transición y eso. lo crucial. lo decisivo. la antiterapia de la vida. ahora frases cortas. cohetillos. reducidos petardos alfabéticos. el fluido misterioso de la prosa y el abandono momentáneo de los versos. soy yo. esto. aquí. tan vulnerable como una herida abierta, como un cadáver bellamente expuesto en la intemperie. así ha sido. se filtra la tristeza en mí con su cíclico proceso, con su método mareante cada vez que intento unir mis párpados cansados. estoy aquí, atareado, tratando de salirme de este cuerpo. algún día podré alejarme de tus pasos. algún día habré de liberarme. no te estoy culpando. te condeno de por vida.

yo soy: anagrama narcisista. (también hay que reírse un poco).

vuelvo aquí. el limbo de mis años más inquietos me contiene. conozco bien sus calles; ésta, por ejemplo, la recorrí mil veces, agobiado por las despedidas. despedirse. desatar malditamente el nudo. ¿Por qué no un nudo ciego? la hora para contenerse va acercándose a paso de asesino impío. ansío que la transición no tarde tanto, que duela más que nadie, que la transfiguración sea agilizada por el estuco lagrimal que todavía llevo encima.

es o no sé: anagrama dubitativo. (sigamos).

mi estado se convierte en alabanza, en subjetiva letanía en contra de los hechos que suceden para disgregarme. el no saber qué hacer me inclina a lo de las evocaciones: presentes, futuras. no hay prejuicios, tampoco pretensión y menos sentimentalismo. es la fiebre de lo triste. la gente solitaria vive más para contárselo a los muros, para cantárselo a los gusanos. la gente que ha vivido de ascensor en ascensor, abovedada, presa de los altibajos. otra vez. la piel se eriza. signos y señales. dolor en todas partes. espíritu volátil vapuleado. irraciocinio. corazón. babeante golondrina en su pantano. vivir en busca de una mísera palabra, de un bocado de atención, de un simple gesto. pero no. aquí, patéticamente así y más que eso.

oye, tú… sí, tú… si algún día lees esto, acuérdate de la esperanza and take the money and run.

Friday, July 07, 2006

asciendes con el viento (in memoriam)


no quieren despedirte todavía
pero el cielo te reclama
entrégale a tu ángel esos ojos
y abandónanos un poco

llevo adentro la cadencia
de tus últimas palabras
y este nudo en la garganta
que me impide repetirlas

no, no Rebeca, no quiero hacerlo
no voy a blasfemar tampoco
a la vida hay que tratarla
como si en verdad valiera tanto

perenne entonces la catarsis
y los rostros que se funden
en un manto de perpleja sintonía
mientras el umbral aguarda

que cada una de mis letras
caigan y se estrujen con la fuerza
que te mantuvo asida a Esto
a donde más se te necesitaba

despacio…
¿oyes?
el viento...
se acerca
cerca
ahí
ya

Sunday, June 18, 2006

hibernación y maldición anacoreta


La próxima vez que lo sienta, lo dejaré salir con la pasión de las orugas que se aparean invisiblemente y no repararé en las consecuencias. A veces ya no distingo entre mi sugestión y la fiel intuición que me fue dada. ¡Qué confuso! Si tan sólo pudiese encontrar la forma más plena y profunda de decir las cosas, de llegar —haciendo uso de una explícita mirada que logre detonar los pistones del alma de mi objetivo— a no ser tan repulsivo. La próxima vez, si la hay, me sentaré a contemplarte hasta encontrar en tu cuerpo mi propia vereda.

Buenas nuevas desde lugares lejanos. Sorpresas. Dejar que los demás tomen la iniciativa cuando está cerca el fin del mundo. Dejar que los demás sigan su camino a cuesta de mis resbalones. La distancia haciendo flecos con papel sarcasmo y riéndose de mi contrariada alegría de lacayo al servicio del sentimentalismo. Con pálidos rasgos de animal exhausto recurro a la estática y allí permito que un fantasma me columpie con sus memorias de otras vidas. Luego, siendo no más que un artificio (pues así es que me percibes), me aviento a lo inconcluso y circulo sobre mi cabeza, girasol que mataría por ser una jirafa.

Sí, en Londres tienen razón: soy un personaje de escritor mediocre e hiperconfiado. Lo sabía. Camino demasiado rápido por las calles por las cuales hay que hacer escalas para impregnarse de narcisismo. Soy un abducido. Danzo y sudo con el polvo de los huesos del ser que no fui ni seré nunca. Busco encenderte los labios para fumarte. Ah, pero acabo de escaparme, eso lo explica todo. Además, suelo inspirarme con el desorden de las cosas y con la conducta de aquéllos a quienes les pesa la realidad y la envuelven como si fuera un bulto y la tiran a un barranco.

Mi corazón está tan lejos de mi pecho, exiliado en un desaire y en apuestas de fisgones que vinieron para espiarme. ¿De qué sirve cubrirse el quemado rostro con las lúgubres manos en señal de estarse lamentando? Lamerse las rodillas, delirar, buscar pepitas de oro entre el ripio, practicar engaños: eso sí funciona, es real: daña, beneficiosamente daña. Hay pájaros que a altas horas de la noche descienden a mi hamaca para rascarse la nuca con mis escamas. ¿Por qué no vienes tú a deslizarte conmigo y a darle de comer a estos plumíferos que parecen gorriones? Permitirse un arranque de instinto y de sentires escondidos es todo un proceso acuático, que termina con barcos anclando mar adentro y sirenas menstruándonos la frente.

Hoy no quise morir ni un sólo instante, preferí salir al patio (sólo al patio) y esperar a que un recuerdo se expandiense en mi cabeza y me brindase una sonrisa. Sin embargo, los recuerdos se han ido, como volutas de humo contaminante.

Monday, June 12, 2006

no intentes saber lo que llevo dentro (ni forniques con mis palabras)

He visto una gota de semen atorada en el ojal de una aguja de acero inoxidable, que vibraba ensartada en el pescuezo de un ave migratoria (y no de una paloma) / He visto desmoronarse una nariz en el pecoso rostro de un sidoso en menos de veinte segundos sin que nadie se alarmase / He visto cómo el aliento de una prostituta se petrificaba mientras se arreglaba frente al espejo luego de una faena de cinco míseros minutos / He visto a un hombre recolectar luciérnagas para exprimirlas en sus ojos y prolongar la llegada inminente de la ceguera / He visto un minúsculo mendrugo que después de ser hallado en una bolsa de basura, desapareció en las manos de un niño de la calle.



NO ME DIGAS QUE HAS VENIDO PARA ESTO PARA ESTARTE ASÍ PARA VENIR Y NO QUERER ABOMINAR PARA VENIR Y NO DECIRME NADA PRETENDER SALIRTE CON LA TUYA ERROR ERROR ERROR ERROR ERROR ERROR ERROR E

He visto a una hormiga enmudecer a un borracho al triturarle afanosamente las amígdalas mientras éste dormía derrumbado en el riachuelo de un desagüe / He visto la barbarie en las comisuras de unos labios jamás besados / He visto a una mujer inquieta por la aparición de seis costillas más en el lado izquierdo de su obeso cuerpo / He visto cómo de mis poros se desprende un halo mortecino que me recuerda que la descomposición es un lento bolero que se ejecuta con parsimonia de beato… ¿Puedo hablar ahora de algo que no sea de mi vida? ¿Puedes quedarte en tu sitio a contemplarme un poco, con algo de veneno y sueño?



NO INTENTES SABER LO QUE LE PASA A LA VIDA CUANDO EXPLOTAN LOS SUEÑOS A PLENA LUZ DEL DÍA NO INTENTES DESCIFRAR DESCIFRARME NI INTENTES SABER LO QUE LLEVO DENTRO NI FORNIQUES CON MIS PALABRAS

He visto nacer una mosca en la úlcera de un pecho lapidado / He visto el centro de la confusión en una radiografía urbana / He visto a una niña tuerta que lloraba mientras observaba cómo de mis ojos se escapaba alguna lágrima, de sangre / He visto florecer el paraíso en una tumba de tierra, con cientos de huellas de zapatos viejos encima, desfigurándola / He visto flotar una lengua ennegrecida en un tazón de caldo hirviendo; estaba viva y mientras se movía, el ectoplasma de una vulva se formaba con la grasa que flotaba en la superficie / He visto un toro rojo tratando de remojar su torcida quijada en un pesebre rebosante de materia gris y de creolina

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Tuesday, June 06, 2006

perplejidad (atónito ante la extrema dureza)


veme bien
por última vez,
aunque me duela,
antes de que
este cuerpo
se oscurezca
en un reflujo
de insectos asesinos;
acuérdate
de las promesas
y los sueños
cuando creías
ver en mí
la panacea
a la insistente
incomprensión
que te supera;
cuenta
mis palabras
y por única ocasión
permite
que se queden
un momento
en tu garganta
y repítelas conmigo:
«no volveré,
ya puedes respirar
tranquila,
seguramente hoy
empezarás
a liberarte
de lo que sucedió
en ninguna parte»

saboréala
perplejidad se llama
y es permanente


Fotografía de Marcos López © 2002.

Saturday, May 20, 2006

consideraciones primarias acerca de lo eterno


Yo me puse a llorar, pero no de una manera normal y formal, es decir dejando que mis lágrimas se deslizaran suavemente por las mejillas, sino de una manera salvaje, a borbotones, más o menos como llora Alicia en el País de las Maravillas, inundándolo todo.
Carnet de baile, ROBERTO BOLAÑO en "Putas Asesinas"


La tristeza está ahí, parasitando eternamente.
La tristeza se desplaza por el torrente sanguíneo, se interna en el cerebro y va a explotar al corazón como si fuese un proyectil o una granada.
¿Buscar el sentido?
No hay muchas esperanzas que copen el desasosiego y la incertidumbre.
Al alzar la vista, no hay respuestas; al dirigirla hacia el horizonte, un páramo desértico y aves carroñeras.
¿Resignarse?
No existe obstáculo más grande que la tristeza.
El llanto que ahoga la voz, las lágrimas que deforman los ojos, el fluir de la desgracia sobre el rostro.
El abismo está a pocos metros, haciendo guiños, llamando amablemente. Aparte de absurda, la vida también es irracional, terriblemente incongruente, puesto que ha trazado caminos que no conducen a ninguna parte, que al final sólo propician una buena cuota de fluctuación, que más es miedo, que más es tristeza disfrazada, que más es eso y no otra cosa.
Alejarse de cualquier camino ya trazado, de cualquier camino por trazar con herramientas de segunda, compartidas.
La vida es bella en teoría.
La vida es una teoría que ni siquiera alcanza a comprobarse; excepto si se sufre.
Beber un vaso con tristeza, vomitar tristeza, extirparse un grano de tristeza, hacer fila con las manos limpias para recibir tristeza.
Los ojos son un par de vejetes embusteros si afirman que esto es bello.
Una joroba de lágrimas, un peso que hay que cargar en una cuesta, un balde que se va rebalsando pero que nunca se vacía por completo.
Vivir en una telaraña de tristeza y no saber cómo despegarse ni adónde ir cuando la araña esté dormida.
El problema radica en ignorar esto y otras cosas, o más bien, no querer saberlas. Llorar está bien, es natural y hace bien al organismo, se dice.
Dormir y despertar llorando, ¿es natural?
¿En dónde se aprende a dejar de llorar?
El sufrimiento, el verdadero sufrimiento no desaparece, se camufla adentro y allí se está, como invernando.
Luego brota disfrazado de temor, de rebeldía, de ira, de pesimismo, de adicción, de autosuficiencia, de asco, de locura, de evasión.
Tristeza y sufrimiento, monstruo bicéfalo, bastardo de la realidad, de la conducta humana.
Fingir escapar hacia unos brazos que quieren alejarse.
Fingir trazar un camino hacia la felicidad, hacia la prosperidad y los mejores momentos de una vida: la mejor retahíla de mentiras certeras.
El arte nos da una mano, temporalmente.
Asirla entonces, fuerte, hasta quedarnos con el pellejo entre los dedos, aunque sea.
Pero cuidado, al dejar el cuerpo, triunfalmente, algún día invernal con olor a carne muerta, nos llevaremos consigo algunos jirones de tristeza (y nada se podrá hacer para evitarlo)


Rafael Romero Manifiesto © 2005.

Wednesday, May 03, 2006

desde tierra de nadie


Desesperarse de tanto esperar.
En cada una de estas esperas, pensar en la asfixia, en la gangrena, en la combustión instantánea.

No tener el tiempo suficiente como para seguir esperando.
En lo esencial se pierde el tiempo y nada ni nadie es lo suficientemente especial para esperarle. Hay ficciones que atender, hay entelequias que dependen de uno.
Acudir a ese llamado entonces, con honestidad, y no esperar a nadie.
Aunque uno de los objetivos de la existencia sea la esperanza, talvez ya no me incumba; estoy hastiado.
Con el transcurrir del tiempo, la desesperación o el tedio cobran vida y no descansan hasta inyectar su ponzoña.
Preferir no pensar en esto.
Optar por encuclillarse e imaginarse cosas para aquietar la sed y el hambre del yo interno.
Pero hacerlo en solitario, sin nadie a la espera.
Llevarlo a cabo en solitario para que cunda y satisfaga las necesidades.

Al seguir esperando, se confirma la soledad; si en lugar de eso se viene AQUÍ a no esperar a nadie, todo parece normal y no se ansía compañía.
Se encuentran nuevas formas de vivir sin expectativas, sin ese tipo de intereses.
No esperar a nadie y ser el esperado de nadie.
Estarse así, resguardarse, como un tranquilo roedor entre un sinfín de cajas de cartón apiladas en un cuarto oscuro y abandonado.
Al salir y ser tocado por un rayo de luz o de atención humana, se gestan las llagas.
Así es la vida. Luego de las llagas, vendrá el cáncer, las amputaciones y la muerte.
La muerte es la única que espera, la única inmune ante el tiempo.
Ella no tiene necesidad de desesperarse, nunca.
Cruza la pierna, bebe su té de utopías humanas y lo acompaña con un buen plato de sueños frustrados.
El tiempo bien le serviría para pasárselo entre las piernas y masturbarse.

Se ríe de él y de nosotros que esperamos.
Pero tampoco se lo toma muy a pecho; se relaja, disfruta un poco.

Nos mira, lame el aire con su lengua bífida y espera.

CODA: Al escribir, se espera algo: una prolongación, algo de afecto. Error de los errores. No hay nada después del punto y final, de la última cuartilla, del último verso. A nadie debería corresponderle lo que viene, lo que se produce luego de las últimas palabras, porque es algo fútil y presumiblemente inexistente, puesto que impalpable. Hazlo. ¿Qué esperas?


Rafael Romero, Manifiesto © 2005

Thursday, April 27, 2006

diario de un bufón


un murmullo, un siseo,
un galope de piratas,
transplanto mi ironía junto a ellos;
soy un bufón intoxicado
y espero otro despegue:
el último, en el obtuso lecho

ya antes, entre tigres,
me habían dibujado una quijada
y entretenía al domador
para que traficara sus alhajas,
entonces desprecié toda belleza
y en lo triste, enriquecí mi llanto

hace algunas nimias horas
aventé mi gorro y mis zapatos,
me dormí en mi propio abrazo
y empecé a ayudarle a mi conciencia
con sus saltos quisquillosos,

y empecé a sentirme abandonado

Saturday, April 22, 2006

gurguseando en la nostalgia

En todas las cajas que hacinamos en alguna covacha, repletas de papeles y fotocopias, siempre podremos encontrar eventualidades juveniles como la que a continuación —faltándome el respeto a mí mismo, como bien lo diría C. Lozano— me permito transcribir:

«Escupí (1) a los perros y disfrutá de las pesadillas que manchan tu mugrosa almohada, nido de ultramundos... Discerní entre si los polos opuestos en verdad se atraen o sólo se contraen, mientras fumás mentolados para aquello de los estreñimientos... Miráte en un espejo el miedo que no tenías, el derecho de arrancarte paños y melancolía hasta quedar enteramente cristalizado... Analizá las pastillas precisamente a lo hora del hambre, cuando sería mejor que todo estuviera enlatado y vencido... Eructá, eructáte quieto... Conspirá contra todo aquél que piense o haya pensado... AL NIÑO PENSÉ LO MURIERON DE UN VERGAZO...

A los grandes filósofos malacostumbrados, dejálos con su egolatría intacta... QUÉ VA DE TÉMPORAS A CULO... Extendé el abanico y volvé a lo de los perros escupidos, ahora para lamerlos... Sentí las manchas de jiote, de mal sueño, de gente despidiéndose de su pornografía... No dejés que vengan y aplaudan tu sentimentalismo, aquí no somos patrióticos ni mucho menos... A ver si te dignás a responder circularmente ante situaciones cíclicamente circunferenciales... CUANDO LA MIERDA VALGA MUCHA PLATA, LOS POBRES NACERÁN SIN CULO...

Que no te asuste el rechinar de los neumáticos contra el férreo asfalto cuando bajés la cuesta de las cañas... Memorizá el alarido de tu alma y descargá el iluminar que ella lleva en sus hombros... Despulgá niños que nunca hayan sido vacunados y leéles lo de ingestión tántrica de un pedazo de tortilla tiesa... Apiadáte de este nuestro mundo antes de que la piedad se acabe... MUERTO LOS IXTOS, CEGADOS LOS POZOS CIEGOS...»


No, el resto ya no es necesario. Tuve la intención de dilucidar y hacer maletas de memoria para comprender lo que posiblemente estuve cavilando aquellos días de bellas imperfecciones del sentido; sin embargo, no lo hice, suficiente fue con rememorar el placer vivido y esa necesidad de exteriorizarlo hace ya más de ocho años. Hoy, el espacio para reanudar lo interrumpido sigue abierto; pero definitivamente he perdido mucho de impulso y de osadía.

“Desde mi azotea gris de luna enferma...” “Aún danzan los sentimientos en su caldero hirviendo; ellos decapitarán al monstruo bicéfalo y expiarán sus heridas con la sangre de este ingrato...”

Dos enunciados que han empalagado de nueva cuenta mi temblorosa vista. Lo más probable es que se traten de partículas incluidas en alguna carta. Y lo peor: que ésta nunca haya sido enviada o simplemente que su intención no haya dado resultado. Encontré esa tirita de papel en el fondo de una caja, con popó de polilla encima.


(1) El manuscrito original llevaba el título de Anecdotario preabstracción y constaba de más o menos tres cuartillas. No está de más mencionar que figuraba como una especie de collage en honor a lo coloquial, a los anglicismos y a la tradición popular llevada hacia un nivel más personal y literario. Aquí aparecerá modificado, debido a terribles asaltos de vergüenza. (Nota de mí)

Saturday, April 08, 2006

¡ave, Rabelais! (apócrifo)


—¡Por todos los santos y diabólicos zurullos! ¡PARDIEZ! El Cielo impida soltarme así durante luengos tiempos, arrapiezos, por lo menos hasta que la primavera se haya ido —expuso sesudamente Gargantúa, a la vez que soltaba un extenuante aunque conservador alarido—. Luego de asentir con gestos infantiles, Berruguete y Penécrator procedieron a limpiar aquel enorme culo empleando la bandera de Fundiscola, poner en su lugar sendos calzones color vinagre y deslizarse de un montículo de metro y medio de altura construido para denigrantes fajinas. En sus chozas, los simpáticos mozos disertaban ante sus atónitas esposas las ideas de su amo, quien luego de encuclillarse a deponer, volvía a sus aposentos y lloraba amargamente añorando tantos cocidos, mondongos, caldos, avellanas a las brasas, guisantes en salsa verde, albóndigas de ternera, codornices, capones armados, chuletas, manjares blancos, garbanzos, costillas, pavos reales, muslos de colimbos, grullas escabechadas, pasteles de ajo, cebollinos en vinagre, gansos en salsa de mantequilla, tetillas de cabra, caparrones con pimiento, tocinos, habichuelas y vinos bretones desperdiciados.

Wednesday, February 15, 2006

dubitario


A continuación, sin previo aviso del autor, incluyo en este no-espacio el virtual prólogo para mi primer libro de relatos ("De génesis y encierro"). El texto, intitulado "Dubitario", fue escrito por el escritor guatemalteco Julio Avendaño y llegó a mis manos hace un par de semanas.

Es sabia la distinción que suele hacerse entre consecuencias e intenciones, aunque hartamente difícil de aplicar. Por ello, el mundo literario se encuentra plagado de escritores que con su obra buscan la acción de palabras tan mezquinas como comunicar, expresar, enseñar, moralizar, convencer, entretener, mejorar y un largo, pero no inagotable etcétera. Palabras mezquinas en el contexto literario y en la circunstancia de sustento del nefasto artilugio de someter a la Literatura –y a cualquier Arte– al dominio y fines de dichas palabras. Por ello, el mundo literario se encuentra plagado de lectores que con su lectura buscan el provecho que el Arte debe traer para ser arte. Ambos afanes son absurdos: la obra literaria no pretende que el lector piense o sienta de tal o cual manera; pretende, sí, entre otras tantas pretensiones, que piense y que sienta. El provecho del Arte no es un acto cuantitativo, sino cualitativo; acto, dicho sea de paso, que muy raras veces es consciente, por lo que resulta incontabilizable.

Así que las consecuencias de una obra literaria pueden ser tales o cuales, pero jamás deben serlo, porque las intenciones literarias están determinadas únicamente por lo Humano, libres de directrices ideológicas, políticas, sociales, éticas, religiosas, filosóficas y cuantas más existan, que aten o limiten sus aspiraciones. Aunque es definitivo que utiliza los recursos que estos ámbitos le pueden proporcionar, porque son en los que el ser humano se desenvuelve, y resulta como consecuencia y no como intención, su posible aplicación en dichos ámbitos. La aspiración de la Literatura –y de todo Arte– va más allá de cualquier ámbito y sus limitaciones.

La Literatura deviene en espejo de Lo Humano: especialmente de esa parte inefable, sutil y latente: esa parte que sólo el Arte –y dentro del Arte, la Literatura– logra esbozar imperceptiblemente. Esta imperceptibilidad hace bochornoso e inútil todo atisbo de explicación del provecho de la obra literaria, sea. Pero deja claro que las ingenuas pretensiones de contabilizar el provecho que una obra literaria trae o deja al receptor son, no sólo inútiles, sino imposibles.

Es en la obra literaria en donde el humano ejerce la magnitud de su individualidad porque no permite la normalización de las percepciones de cada lector: por más que los inevitables mensajes sean lo más explícitos o lo más sutiles, por más que se dedique una novela a un único tema o un poema a muchos y variados, es el lector quien asimila e interpreta la obra. Él decide con toda la fuerza y la libertad de su criterio. Nadie más que él puede abrir sus puertas al acto literario, de él depende esa coyuntural segunda parte ante la obra ya dada.

Entonces, lo único que resulta indispensable para el acto literario es: por parte del escritor, dominio de la palabra; por parte del lector, fe poética. Dúo que no conforma la totalidad de los requerimientos literarios ni por asomo, pero que sí hace patente su indispensabilidad.

¿Qué encontrará en De génesis y encierro un lector sin fe? Fluidez dominante. Tan dominante y matriarcal que no se le ha visto hasta ahora alejada, aunque a veces sí ofuscada o absorbida, de su consagrada familia. Eligió, no se sabe si acertadamente, desposar a Hermetismo, quien, desde antes de las nupcias, no sale de sí, y desde entonces, sale sólo por requisición de su mujer y señora. De las cotidianas relaciones entre la pareja, Fluidez quedó preñada de la niña que vino a consolidar la célula familiar, la linda y tierna Sutileza, quien se hubiera llevado de maravillas con su hermano menor si no es porque a éste no le gustó ni le gusta esconderse en los lugares preferidos de su hermana, además porque prefiere la risa a la ternura y, finalmente, porque a ella no le gusta enredar las cosas como acostumbra su hermanito. A él le llamaron Sarcasmo. Tenía para entonces suficiente Fluidez con su familia, pero lamentablemente para todos, la madre de Hermetismo dejó de existir y su padre quedó reducido a la tristeza y el desamparo. Fluidez, ante esta situación, decidió traer a su respetable suegro a pasar los últimos momentos de su existencia con su hijo, su nuera y sus nietos. Cabe anotar que esos últimos momentos se han prolongado impredeciblemente hasta el presente. Hermetismo, como se puede suponer, no dijo ni hizo nada ante la misericordiosa decisión de su mujer, sólo entró en un calamitoso e irreconciliable estado de mal humor. Con don Conflicto en casa, la matriarca llegó a comprender un poco mejor a su marido e incluso pudo observar algunas incipientes y alarmantes actitudes de los niños. Tuvo entonces Fluidez bastante para arrepentirse, pero no lo hizo. En lugar de ello decidió abrir permanentemente las puertas y las ventanas de la casa para que los asuntos allí encerrados se ventilaran. También contrató a un jardinero que le reverdeciera la grama y le sembrara agradables plantas. Pensó que el jardín ventilaría eficazmente los asuntos de la casa, pero no paró mientes en que lo primero que ocurriría sería que los dichos asuntos ventilarían el tal jardín mientras crecía para ventilar algún día los re-dichos asuntos. Sin embargo, el jardinero, diestro en su arte y tras agotadoras peripecias, logró, dados los atenuantes, maravillas en el re-tal jardín. Terminada la faena y viendo en ella su total satisfacción, dispuso llevar a cabo a la tarea de darlo a conocer, porque faenas tan arduas son dignas de ser compartidas. Y según palabras del mismo jardinero, “quedó como aquí está, sin más ni menos”.

¿Qué encontrará en De génesis y encierro un lector con fe poética? Una obra digna de ser leída y re-leída y, especialmente, disfrutada. En otras palabras, una obra con un fantástico dominio de la palabra. ¿Duda el lector? Pues que pase adelante y que abandone tan mal estado con sus propios ojos y su propio criterio. ¿Confía el lector? Pues que pase adelante y que disfrute.

Julio Avendaño