Wednesday, December 26, 2007

las aves se persiguen con graznidos


busco tu amplitud
tus hundimientos
tu paraje de boscajes asombrosos
la sensación de estar adentro
y succionarlo todo…

el sonido de algún susto
o de algún símil invariable me sofoca
creo ver entonces tu centella
y pliego estas dos alas estimulando
la estridencia de tus huestes:
escultóricas extremidades serpentarias…

el ansia se me moja en terciopelo
en anémonas de morbo
y de dulce anchura descarnada…
en evasión de atolladeros me libero
encandilado por la luz que nos emana
una granada de mordiscos…

de nuevo hay que encontrarnos
de nuevo olfato y pico
lavar la hulla del pasado
surcar los corredores del cortejo
en llamas y en exceso…

surcar las nubes eyectables y los lotos
la exquisitez de nuestras sombras
la paz facial del aire
del aire y de los huesos
de los huesos que penetran nuestro vuelo…



Fotografía de Animatus Series, de Hyungkoo Lee
The homo species, Korean Pavilion
52nd International Art Exhibition, La Biennale di Venezia
Archivo personal © Rafael Romero, 2007

Friday, November 30, 2007

topos uranus


no busco pensar en todo esto, lo sigo viendo…
montañas blancas y paralelismos
desde una cama que no me vio nacer un día,
formas miles de morir y sólo una
de emerger del saco en gelatina;
la voz de Rafael me llama, la siento,
su voz entre las zarzas de la bienvenida,
entre el chocar del mar desnudo;
allí me participa para insuflarme afán bendito,
me llama a la morada de los sueños
y hace que recuerde el sabor de su manzana,
el alfabeto, la costra de los torpes años,
la divergencia del amor acomplejado:
es la mayéutica que ya no me perturba,
es el momento previo al paso tibio cero;
y luego es la llegada de la maravilla de la niebla,
y los labios relamiendo mariposas grises
y montañas blancas y aserrines,
también el aire, una sola sangre entre lo dulce;
Rafael me llama con su voz plateada
y yo no busco reponer en eso, lo estoy sintiendo…

Friday, October 26, 2007

de cómo desatendí el "no lo hagas" de Monterroso y caí en esto


Había una vez un Cuervo que, aburrido ante la monotonía de la campiña e influido por los rumores de una eventual escasez de alimentos, decidió marcharse a la ciudad a ver si podía entretenerse un poco y cambiar de aires. Un viernes, al terminar de invadir algunos maizales y llenarse el buche, voló en busca de la urbe. Allí pasó el fin de semana; entre inquieto y asombrado, con las patas tensas y nerviosas, viéndolo todo desde las peladas copas de los escasos árboles, sin atreverse a integrarse a la vida citadina, excepto la vez que le apeteció abusar de una inocente paloma que se alejaba del grupo en una plaza. Como no podía volver así como así, sin dejar huella de su paso, el domingo, antes de su vuelta, se coló en una charcutería. En un descuido de los dueños, hincó su pico en un trozo de lomo y echó a volar como pudo. En el aire quedaron los chillidos de la gente y un par de plumas que perdió al rozar contra el marco de la ventana.

Cansado por el trajín del viaje, con el pescuezo dormido y casi sin fuerzas para seguir sosteniendo el tesoro que llevaba en su pico, se vio obligado a posarse en un naranjo, a medio kilómetro de su nido. Pero el peso del botín y un leve resbalón a causa de la casi nula energía que tenía en una de sus patas, lo hizo tambalear y sucedió lo que temía. Justo en ese momento, la Zorra, (disfrazada de granjero, obedeciendo la sugerencia del primo Lobo, que más de una vez fingió ser oveja, con éxito) pasaba por ahí, a gatas, fingiendo recoger frutos caídos. Pocos segundos bastaron para que la pezuña enganchara lo que acababa de caer del cielo. Indignado, puesto que se disponía a bajar y recuperar el trozo de lomo, el Cuervo no tuvo más que aletear de vuelta hacia la rama y maldecir en silencio al inoportuno granjero.

No puedo reclamarle, pensó enseguida, los humanos enloquecerían si supiesen que hablamos. Entonces, satisfecha por tan fácil logro, la Zorra se quitó el disfraz de granjero y soltó una risilla de lo más pedante. El Cuervo deseó ser un kamikaze y lanzarse sobre aquel lanudo mamífero y asesinarle; pero tampoco era tan torpe como para arriesgar el pellejo de aquella forma. ¡Nobody does it better, mi querido Cuervo!, habló la Zorra, en antaño tenía que escoger mis mejores halagos para que se cumplieran las máximas de los grandes fabulistas. Además, tampoco deberías fiarte de los humanos, claro, por si pensabas que un granjero iba a tener el detalle de devolverte un entremés como éste. Dicho esto, el Cuervo optó por alejarse lo antes posible del fatídico escenario y voló directamente a su nido. Desde aquel día, las malas lenguas aseguran que el pobre anda enganchado a la bebida y a los ansiolíticos.

Thursday, July 26, 2007

que la palabra me libre... ora pro nobis



Dice un proverbio hindú: “Antes de que tus palabras salgan, asegúrate de que serán más valiosas que el silencio”. Alguien lo citó en un programa de televisión y me cayó como maná del cielo. Yo ya hace tiempo que no hablo, que me remito a repetir lo que todos decimos como parte de un engranaje y de un sistema. Hola. Sí. Te llamo luego. Lo que quieras. También se está bien así: dejándose llevar por la corriente, encajando, quedando bien, acertando, respondiendo como el resto quiere. Tampoco he escrito nada; he llenado formularios, he firmado la entrada a mi trabajo, he saludado cortésmente a mis conocidos en correos electrónicos y he garabateado números telefónicos y direcciones en post-it de colores. Con el paso de los meses, “hablar” y “escribir” se han desplomado de sus respectivos pedestales y ahora se revuelcan en el fango junto a esa peste de verbos alienantes y rastreros. Sin embargo, la parte menos infectada de mi mente no descansa y sigue ahí, moviéndose, como la cola recién mutilada de una lagartija. A veces, cuando por satisfacción propia o ajena me desplazo y permito que esta ciudad se regodee ignorando mi tímida presencia, siento leves pinchazos en mi nuca, una especie de hormigueo. Entonces me da la sensación de que estoy siendo rescatado por algo/alguien y de inmediato empiezo a concebir la idea de “escupir” en lugar de “tragar”. Son momentos muy precisos que se repiten a lo largo del día, de manera natural y repentina, siempre acompañados de... (aquí viene lo mejor para mi ego urgido de dádivas y elíxires)… palabras.

…me desplazo en un desierto con olor a túnel y tormentas de partículas intestinales mientras sueño columpiarme, cegado de sol y de luna, en tus trompas de Falopio… [Sábado, 6:15 a.m., estación de metro Gran Vía, a la espera del tren de la línea 5, dirección Pueblo Nuevo, mientras noto la resequedad de mi lengua y saco una botella de agua de mi mochila Reebok Classic para darle un par de tragos. A mi alrededor, el mundo es una jungla]

…y la mugre, y el vocablo degollado, y las hordas pasionales, y el revuelo de los cuerpos, y el silencio que es alarma, que te advierte, que te incita a un renacer en solitario… [Miércoles, 17:10 p.m., sentado en la Plaza del Museo Reina Sofía, con The captain is out to lunch and the sailors have taken over the ship recién acabado, sobre mis piernas, observando un punto geográficamente nulo, entre un Starbucks no-inaugurado y la terraza de El Brillante]

…por el alma de mis muertos: he aquí la fisiología de mi alma: he ahí un decente tajo de porno-esencia-sideral: la mortaja con la que me iré derritiendo poco a poco en el cerebro de esta humanidad sin alma: refugio de furiosos muertos… [Domingo, 23:00 p.m., volviendo a casa con dos cuestiones en la cabeza: ¿Por qué no reaccioné con pesar y lágrimas contenidas cuando vi cómo era arrollado un hombre que no distinguió los colores del semáforo? ¿Qué nombre le quedaría mejor a nuestro galgo: Perry Mason o Usted?]

…de pronto, la mirada se tornó carcoma y mi alter ego se decantó por un mutis visual hacia un cubo de basura en donde vi a mi taciturna sombra, cabeza en mano, arrastrando una gran cola roja… [Viernes, 10:15 a.m., 30 °C, saliendo de un supermercado, con las axilas empapadas y la preocupación de que al día siguiente tengo que levantarme a las 5:30 de la mañana y, por lo tanto, ser prudente con las bebidas alcohólicas y el desvelo]

…es la nieve que te cubre, es un órgano salvaje, es el vino que se pierde entre tus piernas dirección desconocida... escribo como lanzando una botella al mar con la esperanza de que te quedes anclada en alguna comisura o en tus ojos que se mueven como pulpos luminosos y harapientos… [Domingo, 2:00 a.m., andando sin rumbo definido entre Sol y Lavapiés, en busca de un poco de frescura nocturna y recordando algún suceso amoroso destacable entre 1999 y 2004 para conseguir una cálida erección sin sentido. Insomnio y nostalgia juntos; dolor de pies, cansancio. Nada]

Fuera de estos chispazos y rescates memorísticos, mi silencio sigue instalado en el desierto, magnánimo y gigantesco, como una Esfinge.


Fotografía de la serie “Los Milagros” (2007), del pintor Josué Romero (Guatemala, 1974)

Friday, June 22, 2007

hola individuo


yo soy una ventana
parece ser que soy un vaso
pero mi boca es un desagüe
con poderes auditivos

al fondo va tu mierda
querido ser contemporáneo
al fondo van tus pútridas palabras
sin poderes efectivos

compartimos mundo
sol / aire y recipientes
mientras Cronos nos penetra
y sodomiza nuestro absurdo ego

y es todo lo sé
seguir sabiendo es una trampa
cuando calles y regreses a la sombra
vomitaremos juntos

destinos
piedras
circunstancias

Friday, May 04, 2007

happening on-line


Entonces, dejé a un lado mi Rolling Stone, pedí a Óscar que bajase volumen al “Release the stars”, de Rufus, di un largo trago a mi tercera Amstel y, sin apartar la vista de sus desafiantes rostros, les grité:

«¡Eso es señores, el tiempo es nuestro. Vamos a falsear nuestro striptease antropológico. Saquemos nuestro narcisismo y nuestra alta capacidad para imitar lo ya imitado. No tenemos absolutamente nada, pero haremos lo posible para parecer que tenemos algo, que llevamos algo adentro que necesita ser dicho o ser expuesto. Acumulemos palabras en textos: todo vale. Las palabras están ahí, a nuestro alcance. Volvámonos poetas y emporquemos esta mierda de mundo con versos enfermos y mal elaborados. Publiquemos libros con nuestros ahorros y nuestros préstamos bancarios. Hablemos de nuestro día a día, como si algo de lo que hiciéramos fuese a cambiar la Historia. Contemos nuestras anécdotas y pongámoslas en espacios virtuales para que todos puedan llenarnos la vista (ahora no el oído) de estúpidos halagos. ¡Qué malditamente barato sale esto de ser popular sin serlo ni un ápice! El tiempo es nuestro. Ilustrémoslo entonces con sugerentes (o no) fotografías y posters que digan: yo no soy como tú, soy diferente: tengo estilo. Que todos sepan que somos modernos, que nuestro eclecticismo es más auténtico que el monstruo del Lago Ness. Si sibarita o anacoreta, da igual; el punto es PRETENDER serlo. Miles de Pat Bateman, de Bruce Robertson, de Edith Piaf. Ejemplares taiwaneses de Vallejo, de Girondo y de Panero. ¡Mierda y más mierda! (…) ¿Pretender que la literatura se encuentre entre montañas de ropa con taras de un Lefties? ¿Quién diablos dijo que House podía ser alguna vez un buen tema de conversación, de sobremesa y de tertulia? Saturemos entonces, como buenos puercos (sufriendo estas diarreas), el reino del dios del silicio con excentricidades, frases trilladas, lugares comunes, prototipos de masturbación mental y desesperados gritos implorando migajas de atención y de aceptación/reconocimiento. Somos libres, nos lo merecemos. ¿Qué tiene de malo autodeclararnos? Tampoco está mal ser panfletarios: nuestra opinión tiene derecho a tener peso. Sigamos siendo cursis, todo lo Tellado posible. Sigamos siendo farsantes, todo lo Coelho posible. Ensalcemos la emoción pura y erijámosle una estatua como a La Sirenita. Pongámosle sustantivos sueltos a nuestras chillantes cartas de presentación: gelatina, elevador, revólver, sábana, bicicleta, lápiz, alfiler, etc., y seamos. Lo que sea, minimalistas náuseas, pero seamos. Intentonas, mediocres intentonas. Pequeños tontos dioses. Y canonicémonos, infantilmente. El tiempo es nuestro y hay tiempo para todo. Si Juan Web 2.0 puede, ¿por qué yo no?!»

Y entonces ellos, como tú, se vieron entre sí y callaron. Alguien se acercó y me ofreció su mano, pero estaba vacía y yo necesitaba monedas para más cerveza. Sólo así podía mantener viva la idea de seguir desnudo, frente a todos.

Saturday, March 10, 2007

días marginados


// la oscuridad en la que las versiones de tus besos
se hacen átomos brillantes que consagran mi apariencia
está explayada alrededor de mi entelequia /

/ por eso sigo vivo
haciendo que demore la llegada inquisidora
de lo real que permanece
de lo real que fantasea levitando en el azufre /

/ estoy en vos porque aún existe nuestra inercia
porque no está de más quedarme
mover a mi favor los peones
la pasión que la ficción le imprime a cada trazo
a cada remembranza /

/ también por eso mismo
el extenuante abrazo con la nada
con la nada que es un todo desplegado de tu esencia
del calor que es mi alimento
menester de todos estos días marginados //

Monday, February 26, 2007

momentum II


Ella se había soltado de mi mano y en su boca llevaba un bebé pingüino. Ya no corríamos. La poca comodidad de un banco de cemento, nos era suficiente. Traté de besarla y acabé vomitando. Tomó el bebé pingüino y empezó a frotarlo en sus pechos. Estaba tratando de darme a entender que quería destetarme, que ya no era necesario darme de sus pechos. Y vi su rostro, convertido en escaparate. Y sentí mi corazón, convirtiéndose en antena. Y entonces recordé que nada de eso podía ser verdad, puesto que, para empezar, yo aún era una niña. Y el Sol titilaba, como nerviosa estrella cansada de estar en el mismo altar de siempre. De pronto, Ella lloraba; el pajarraco había huido de sus manos. Yo veía el suelo. Yo veía como brotaban pequeñas cabezas de alfiler en el suelo. Ella me dijo que vendría más seguido; tres veces cada año bisiesto. Por su olor a forastera, supe que mentía. Y el Sol allá, histérico, llamando la atención de los mortales. Quiero que me penetres antes de la medianoche, me confesó cruzándose de brazos. No respondí. Pasó un minuto. El golpe que me hizo entender que debía obedecer, cambió mi estado. Entonces nos pusimos de pie, robamos una bicicleta de madera y pedaleamos juntas. El eco de la tarde reverberaba en mis oídos. Besé su vulva de cera derretida. Había anochecido. Ella era el Limbo y yo su idea prematura. Los días oscuros en los que cerdos decapitados aparecían para incitarnos al delirio, habían terminado. En algún lugar de su cuerpo, más allá de su blusa de satín, quedaron mis ojos taciturnos.