Friday, October 26, 2007

de cómo desatendí el "no lo hagas" de Monterroso y caí en esto


Había una vez un Cuervo que, aburrido ante la monotonía de la campiña e influido por los rumores de una eventual escasez de alimentos, decidió marcharse a la ciudad a ver si podía entretenerse un poco y cambiar de aires. Un viernes, al terminar de invadir algunos maizales y llenarse el buche, voló en busca de la urbe. Allí pasó el fin de semana; entre inquieto y asombrado, con las patas tensas y nerviosas, viéndolo todo desde las peladas copas de los escasos árboles, sin atreverse a integrarse a la vida citadina, excepto la vez que le apeteció abusar de una inocente paloma que se alejaba del grupo en una plaza. Como no podía volver así como así, sin dejar huella de su paso, el domingo, antes de su vuelta, se coló en una charcutería. En un descuido de los dueños, hincó su pico en un trozo de lomo y echó a volar como pudo. En el aire quedaron los chillidos de la gente y un par de plumas que perdió al rozar contra el marco de la ventana.

Cansado por el trajín del viaje, con el pescuezo dormido y casi sin fuerzas para seguir sosteniendo el tesoro que llevaba en su pico, se vio obligado a posarse en un naranjo, a medio kilómetro de su nido. Pero el peso del botín y un leve resbalón a causa de la casi nula energía que tenía en una de sus patas, lo hizo tambalear y sucedió lo que temía. Justo en ese momento, la Zorra, (disfrazada de granjero, obedeciendo la sugerencia del primo Lobo, que más de una vez fingió ser oveja, con éxito) pasaba por ahí, a gatas, fingiendo recoger frutos caídos. Pocos segundos bastaron para que la pezuña enganchara lo que acababa de caer del cielo. Indignado, puesto que se disponía a bajar y recuperar el trozo de lomo, el Cuervo no tuvo más que aletear de vuelta hacia la rama y maldecir en silencio al inoportuno granjero.

No puedo reclamarle, pensó enseguida, los humanos enloquecerían si supiesen que hablamos. Entonces, satisfecha por tan fácil logro, la Zorra se quitó el disfraz de granjero y soltó una risilla de lo más pedante. El Cuervo deseó ser un kamikaze y lanzarse sobre aquel lanudo mamífero y asesinarle; pero tampoco era tan torpe como para arriesgar el pellejo de aquella forma. ¡Nobody does it better, mi querido Cuervo!, habló la Zorra, en antaño tenía que escoger mis mejores halagos para que se cumplieran las máximas de los grandes fabulistas. Además, tampoco deberías fiarte de los humanos, claro, por si pensabas que un granjero iba a tener el detalle de devolverte un entremés como éste. Dicho esto, el Cuervo optó por alejarse lo antes posible del fatídico escenario y voló directamente a su nido. Desde aquel día, las malas lenguas aseguran que el pobre anda enganchado a la bebida y a los ansiolíticos.

4 comments:

Johan Bush Walls said...

Bonito blog

Te invito a visitar el mio

http://cuentospajeros.blogspot.com/

Anonymous said...

A veces todos “desatendemos” al pobre Monterroso…….muy buena combinación química por la que optó este cuervo…….


Saludos

igne fatui said...

buen escrito... logró algo que logran pocos: hacerme leer algo de mas de 30 lineas mientras maniobro para contestar en el chat jajajajaj

asi que felicidades, supongo

y saludos desde Cobán

Luciérnaga said...

Esta noche he soñado contigo.

Por cierto, cuándo escribirás aquí???

Un beso!