
Yo me puse a llorar, pero no de una manera normal y formal, es decir dejando que mis lágrimas se deslizaran suavemente por las mejillas, sino de una manera salvaje, a borbotones, más o menos como llora Alicia en el País de las Maravillas, inundándolo todo.
Carnet de baile, ROBERTO BOLAÑO en "Putas Asesinas"
La tristeza está ahí, parasitando eternamente.
La tristeza se desplaza por el torrente sanguíneo, se interna en el cerebro y va a explotar al corazón como si fuese un proyectil o una granada.
¿Buscar el sentido?
No hay muchas esperanzas que copen el desasosiego y la incertidumbre.
Al alzar la vista, no hay respuestas; al dirigirla hacia el horizonte, un páramo desértico y aves carroñeras.
¿Resignarse?
No existe obstáculo más grande que la tristeza.
El llanto que ahoga la voz, las lágrimas que deforman los ojos, el fluir de la desgracia sobre el rostro.
El abismo está a pocos metros, haciendo guiños, llamando amablemente. Aparte de absurda, la vida también es irracional, terriblemente incongruente, puesto que ha trazado caminos que no conducen a ninguna parte, que al final sólo propician una buena cuota de fluctuación, que más es miedo, que más es tristeza disfrazada, que más es eso y no otra cosa.
Alejarse de cualquier camino ya trazado, de cualquier camino por trazar con herramientas de segunda, compartidas.
La vida es bella en teoría.
La vida es una teoría que ni siquiera alcanza a comprobarse; excepto si se sufre.
Beber un vaso con tristeza, vomitar tristeza, extirparse un grano de tristeza, hacer fila con las manos limpias para recibir tristeza.
Los ojos son un par de vejetes embusteros si afirman que esto es bello.
Una joroba de lágrimas, un peso que hay que cargar en una cuesta, un balde que se va rebalsando pero que nunca se vacía por completo.
Vivir en una telaraña de tristeza y no saber cómo despegarse ni adónde ir cuando la araña esté dormida.
El problema radica en ignorar esto y otras cosas, o más bien, no querer saberlas. Llorar está bien, es natural y hace bien al organismo, se dice.
Dormir y despertar llorando, ¿es natural?
¿En dónde se aprende a dejar de llorar?
El sufrimiento, el verdadero sufrimiento no desaparece, se camufla adentro y allí se está, como invernando.
Luego brota disfrazado de temor, de rebeldía, de ira, de pesimismo, de adicción, de autosuficiencia, de asco, de locura, de evasión.
Tristeza y sufrimiento, monstruo bicéfalo, bastardo de la realidad, de la conducta humana.
Fingir escapar hacia unos brazos que quieren alejarse.
Fingir trazar un camino hacia la felicidad, hacia la prosperidad y los mejores momentos de una vida: la mejor retahíla de mentiras certeras.
El arte nos da una mano, temporalmente.
Asirla entonces, fuerte, hasta quedarnos con el pellejo entre los dedos, aunque sea.
Pero cuidado, al dejar el cuerpo, triunfalmente, algún día invernal con olor a carne muerta, nos llevaremos consigo algunos jirones de tristeza (y nada se podrá hacer para evitarlo)
Rafael Romero Manifiesto © 2005.