Wednesday, August 17, 2005

de nuevo en el pantano


Siempre en la mañana aparecen esos días crespos y malcriados en los cuales a los seres humanos les da por ambular como si tuvieran prisa por llegar a alguna parte; y no, no la tienen, pero la necesitan; y el que piensa en este fenómeno siente que la culpa es del tiempo y no del espacio, pues esa alguna parte no está en ninguna parte ni es parte de ninguna parte, porque es muy probable que esta última ni siquiera exista.
Sin embargo, hay lugares que siempre estarán en su lugar de siempre, pero el tiempo es otro tipo de entidad secreta, el tiempo juega al caballito, es un niño que corre montado en un rocín de aire, que somata sus caderas como si fueran las del animal mismo y con sus pequeñas piernas zapatea mientras avanza, logrando el soñado efecto del jinete, según los otros niños expertos en ésa y en otro tipo de impúberes proezas. La diferencia es el que niño que todos hemos sido desde niños se cansa después de algún buen tiempo y corre a su casa a la hora de la cena atendiendo baladros maternales; y el tiempo no, no se cansa, trota, se esfuerza, brega contra el viento, es otro tipo de niño, un niñazo más terco que una mula, aunque siempre ande encima de un rocín y no delante de un mulo, dándole la espalda; así se evita el riesgo.
El que discurre acerca de tópicos afines siente que la prisa es tan necesaria como el agua, inclusive más que el aire. Claro, no para todos, pero sí para la mayoría. Hay algunos que quisieran vivir viajando en una línea telefónica; tendrían millones de destinos diferentes, pero ninguno importaría tanto como ninguno sólo, porque siempre regresarían al mismo de origen, al propio de siempre. Y sólo estarían fatigosos y acaso abatidos, cansados de no haber ido a ningún lado; porque si de verdad es que están buscando otro u otros lados, es por no tener al menos un lado propio, y sin él, el otro, el opuesto, los otros, los opuestos, basándonos en frases como: al otro lado del sol, al otro lado de la calle, al otro del mar, al otro lado de lo que sea; no existirían. Por eso es que la prisa, y no la risa, es otro de los muchos adobes que constituyen los paredones del absurdo. Y allí se estrellan muchos, por no alarmar y decir que todos. Porque no es del todo cierto. Antes, por ejemplo, eran fusilados.

Entonces ¿nadie irá hacia ninguna parte porque no está en ninguna parte, porque no tiene ese espacio propio, ese punto de partida? ¿Para qué sirve la prisa si se toman en cuenta sus derivaciones? El que al amanecer se cuestiona frente a su pequeño espejo agrietado siente que es preferible pensar en tortugas, galápagos y en otros reptiles, anfibios o batracios de singular envergadura y platicar de sus características con quien esté interesado, pero no en ese momento, sino sólo después de haber dormitado catorce horas y de haber llegado tarde por quinta vez al trabajo en una sola semana.

4 comments:

El Canto del Último said...

de nuevo en el pantano...

Profundamente cotidiano como la vida de todos nosotros o por lo menos de algunos cuantos que desintegran la vida y el alma trabajando, quejándose, conformándose y soñando...
!que buena mierda!

Anonymous said...

medio filosófico este tipejo que discurre sobre "estas cosas" y además bonitamente huevón... me alisto en la fila de los batracios para declararle la guerra a la prisa, al trabajo y todo lo alienante, excepto la bebida, dios me guarde!!!

Anonymous said...

no puedo creer que pongás cara de extriñido cuanto te levantás, eh? bueno, yo mejor ni hablo porque nunca me he visto en un espejo cuando me levanto, a lo mejor es peor que la tuya... de todos modos, levantarse a trabajar es como irse suicidando poco a poco, hasta que te pones gris y bilioso, ja, como si no te conociera

Anonymous said...

¡ Sólo lo ratifico...!
Me gusta esta línea...

un niñazo más terco que una mula, aunque siempre ande encima de un rocín y no delante de un mulo, dándole la espalda;

Mula que es uno, pero ya me conoce creo...al menos un ojo... jejje.