Wednesday, August 03, 2005

extracto carcelario

Octubre 1

Cuando los días son así de largos y no tengo la ocasión de resguardarme de mi existencia, ni tampoco tengo la certeza de poder lograrlo totalmente, me voy directamente al baño. No enciendo la luz, cierro la puerta, la cierro. Allí me veo sentado en el inodoro, inmerso en una oscuridad que satisface mi deseo de aislarme un poco más adentro. Es la misma oscuridad que siempre besa mi sien rasgada.
Batallando contra los bostezos de la noche encerada por insectos, pienso.
De pronto, un mareo inopinado me pone en alerta, mis glúteos están fríos, no voy a evacuar nada, sólo es la costumbre de las necesidades del cuerpo. Entonces el estrés me espina la mollera. Me agacho hasta besarme las rodillas. Es el efecto de las desarrolladas conversaciones del día, de los diálogos con alguien, mismos que a veces duran cinco horas, o seis, según sea su esencia. También las llamadas a larga distancia y los embrollos psicopatológicos; excesos de realidad en dosis venenosas. El desvelo. La burla de todos mis colonos internos.
Luego hay las obligaciones, los impuestos y el tiempo. La cansada felicidad de darme cuenta de que estoy y de que he estado. Mi estómago vacío y mi mente repleta de almas, conjunciones de almas, secretos de almas. ¿Qué querré después de todo? Sé que no voy a dormir conmigo, que sólo dormiré con esta sombra que ando puesta, jamás en reposo, ansiando que el día me descongestione un poco y que la luz no me moleste tanto.
Después del mareo, el humillo de una rala claridad me estorba el trance. Entiendo entonces que es un buen momento para saltar de la cornisa con todos los ideales dentro de una bolsa de papel manila. Abajo no habrá nadie. Es el terruño de las utopías. Y empiezo a oír lo que ninguno oye: la ruptura de los huesos, el desgarro de los nervios, la explosión del cerebro, el desborde de las venas, el picoteo de las aves en mis ojos, el viento que captó la eficacia del instante.
Presto a cabecear, somnoliento, me yergo y avanzo entre la oscuridad hasta la puerta.


© De “Ratario (Conmemoración de los posibles días)”

1 comment:

Anonymous said...

Tus palabras están impresas desde ya, en mí, aunque no te conozca. No cabe duda de que tu talento rebasa y va más allá de lo que haría un pseudo artista de estos tiempos. Tu voz se me figura halitosa, fuerte y me levanta en los momentos oscuros de la vida. No te detengas nunca. Jamás.